Y entonces apareciste tu. Se que podríamos haber sido otras personas, a la vez que las mismas, y no habernos cruzado esa dichosa tarde de verano. En mi boca, la mejor limonada de la historia, en la tuya, un chicle sabor a menta como de costumbre. Agitabas tus caderas como si tuvieras prisa por perder el metro. Me sabia el recorrido de tus días al milímetro, he de reconocer que también me sabia el de tus medias. Y que bien te sienta esa falda, por cierto. "Perdona, ya no se ni por donde voy" dije al chocarnos. La verdad es que iba detrás de tu mirada, hasta que tus pupilas se clavaron en las mías. Sonreíste, fue la primera vez que lo hiciste, y joder que preciosa.