Dedicado a las personas que son conscientes de que el arte, la poesía, la música y las letras, son los sentimientos que despiertan el alma. A los locos. A los maniáticos. A los perdidos. A los desordenados. A los cobardes. A los distantes. A los inquietos e inquietantes. A los hiperactivos. A los amantes de la Paulaner. A los que surfean. A los desconocidos. A los risueños. A los imaginativos. A los amantes del cine. A los refugiados. A los que odian el queso. A los imperfectos. A los que odian las normas y se salen de lo cotidiano.

Yo también soy una de vosotros.

martes, diciembre 23

Hoy quiero que me pongas una buena cerveza. El Ducke es el mejor bar para esta pequeña dosis de alcohol. Hoy necesito que suba y baje rápido, como los globos de helio. Sueltas el hilo y sube, pinchas con aguja y baja. Un dedo de espuma para relajarme, y sobre todo, el frío de una buena Calsberg xl para sentirme viva.

Martes, día perfecto para pasear por el puerto e imaginar recorridos en yates en los que nunca llegaré a subir. Imaginar vivir en una lancha, en medio del mediterráneo. Para esto necesito Martini, de modo que, hoy toca Coyote. El camarero pone los hielos mientras observo las barras donde cada noche las chicas deleitan con sus bailes a medio alicante desesperado. Palito con aceituna, eso nunca falla, porque aunque solo sirve para darle sabor, es imprescindible. Un Martini sin ese toque es como un cielo sin sol. Sí, ese martes tenía un gran sol, ácido para mis ojos como el limón de esta grandiosa bebida. Joder, se ha vuelto a caer la pepita del limón al final del vaso, bueno, a la tercera ronda no notaré ese detalle. 

Por favor, lo de siempre. Estaba claro que un sábado a las tres de la mañana no se puede pedir otra cosa que no sea un buen Brugal con coca-cola. Después de haberme recorrido todo el barrio arriba y abajo en busca de mi dignidad cuando tenía trece años, nunca había encontrado este sitio. El ático. Sitio perfecto para la bebida perfecta. Por no necesitar, no necesito ni compañía. Pido fuego. La nicotina entra y sale de mi cuerpo mientras le doy un trago a ese copazo. No me gusta el ron en vaso bajo, Federico ya sabe que necesito un buen copón de los míos para disfrutarlo al máximo. Y qué bonita está la catedral a estas horas de la noche. La aguja de ese reloj se mueve recordándome que mañana va a ser imposible madrugar. Tengo que irme, el amanecer en la playa de San Juan me espera. Gracias Federico, hasta la próxima dosis de melancolía.

Jueves universitario, y yo como siempre, odiando la ginebra. Celebramos seguir conociendo mundo, así que, intentaré conocer nuevas experiencias. Beefeater con tónica por favor, pero pónmelo con una rodaja de naranja, quiero seguir siendo diferente. Entra en mi garganta áspero y fuerte, me cuesta darle el quinto trago. Hago el símil de que este gintonic personalizado es como la honestidad: la odias al principio, porque no te gusta ser tan directa y sincera, pero luego agradeces que te conozcan como eres. La cuenta por favor, el Mulligans se está empezando a petar de críos. 

Último día de la semana, decido que no quiero manta y película de antena 3, necesito locura. Me voy al mejor bar de la provincia para estas cosas. Encima hoy toca conciertazo de rock alternativo. Me senté en la última mesa de al lado del billar del fondo, el Harley siempre reserva esa mesa para mi. Tequila. Mi récord está en cuatro, nunca he logrado hacerlo uno tras otro, necesito el cigarro de en medio. El cantante dedicó alguna que otra canción a su pareja, yo mientras tanto apuntaba sensaciones en una hoja de papel. No entiendo por qué lo hago, supongo que ya es tradición. "Buenas tardes, nos vemos la semana que viene". Siempre intento recordar el nombre del que está detrás de la barra, que es tan común que no logro almacenarlo, siempre lo reseteo. Joder, que rollo llevaba el batería.

Acabemos con agua, tengo que recuperarme después de la hipotensión causada por el alcohol de toda la semana. Cierro los ojos. La resaca del lunes va a ser monumental.