La noche ha vuelto a hacer de las suyas,
y ha vuelto a no querer irse.
Nos ha dejado la luna, llena por si fuera poco, para que no notemos la falta de sol,
ni de contraluz,
a través de la persiana.
Nos ha obligado a pasar frío,
a que la sábana sea nuestra aliada y no los helados a media tarde.
Nos ha dejado sin voz,
sin los gritos de libertad a modo de silencio cada vez que atravesamos la arena,
buscando el amanecer,
que nunca llegó.
Nos ha dejado a nosotros, borrachos y yonkis, incapaces de curar nuestras adicciones,
pero con ganas de seguir vivos.