-Maldigo el día en que te conocí.
+¿Cómo puedes ser tan cobarde?
-Tengo a alguien que me lo enseñó.
+¿Y por qué lo maldices si se puede saber?
-Porque ese día no era el indicado para enamorarme. Ese día no conocí a la persona que yo deseaba que estuviera a mi lado. Yo quería conocer a una persona que me hiciera cambiar, que me llevara por el buen camino, no al revés: ¡Yo te tengo que dirigir a ti! Y yo no quiero llevar las riendas de mi vida de ese modo. Por eso maldigo ese día.
+Eres una cobarde.
-¿Por qué soy una cobarde? ¿No se te ocurre ningún insulto mejor?
+Eres una cobarde porque le hechas la culpa a ese día, en vez de echartela a ti misma. Fuiste tú quien decidiste mirarme a mi en vez de mirar hacia otro lado. Fuiste tu quien decidiste seguir adelante conmigo. Y fuiste tú quien me quiso dar una oportunidad. Estamos hechos el uno para el otro. Lo maldigas, o no.