"Y así fue, como un flechazo entre pecho y espalda, atravesándome
todo el cuerpo como si la muerte estuviera a la vuelta de la esquina. Gloriosa
esquina. Era la esquina de los besos escondidos, donde nos susurrábamos cada
noche que estábamos destinados. Cuando respiraba, un escalofrío me recorría
todo el cuello, como si de mordiscos se tratase. Pero sus mordiscos. Me niego a
rozar otros labios que no sean los suyos. Me niego a escribir poesías que no sean
sobre sus pestañas. Negras. Negro como cuando cierras los ojos para soñar
despierto, negro como el cielo cuando no amanece, negro como el mar cuando
anochece"