Dedicado a las personas que son conscientes de que el arte, la poesía, la música y las letras, son los sentimientos que despiertan el alma. A los locos. A los maniáticos. A los perdidos. A los desordenados. A los cobardes. A los distantes. A los inquietos e inquietantes. A los hiperactivos. A los amantes de la Paulaner. A los que surfean. A los desconocidos. A los risueños. A los imaginativos. A los amantes del cine. A los refugiados. A los que odian el queso. A los imperfectos. A los que odian las normas y se salen de lo cotidiano.
Yo también soy una de vosotros.
martes, octubre 11
París. La torre Eiffel. Dos locos enamorados tumbados en el césped, intentando ver alguna estrella en el luminoso cielo de la ciudad del amor. Pero él no mira al cielo, la mira a ella cómo si de un ángel caído del cielo se tratara, pues ella para él brillaba más que cual estrella que pudiera salir aquella noche. Ella le mira, con sus grandes ojos marrones medio tapados por ese cabello que se asemeja al oro, ese pelo en el que tantas veces él se ha perdido y tantas veces que le quedan por perderse. Ambos piensan que es amor lo que les une, pero es algo más allá, desde la primera vez que cruzaron las miradas en aquella discoteca de quinceañeros supieron que algo pasaría más allá de todo lo que han visto en las películas, de todo lo que han leído en las novelas, de todo lo que imaginaron en sus conciencias. Pues las películas, las novelas y los sueños se quedaron ya muy atrasados cuando intercambiaron sus sonrisas.