Demasiado amor, para tan poco tiempo.
Empezaron siendo las doce, y acabó siendo la una de la mañana de la semana siguiente. Esa forma de quitarse la ropa, desabrochándose cada botón del pantalón, hace que vuelen los segundos. Esa forma de moverse, de seducirte con la mirada, hace que pienses que no quieres salir de esa cama ni aunque te hagan el hombre más rico del mundo. Con ella, ya tienes todo lo que necesitas. Noches en las que gritar es la única forma de escaparte de esa locura, para darte cuenta que lo estas viviendo de forma real. Y para esto último, no hacen falta pellizcos, simplemente el roce de su pelo, el roce de las sábanas, el roce de esa almohada que luego olerá a ella. Yo también soy uno entre tantos adictos a su colonia.
No hay forma de explicar el momento en el que sube la persiana, y te ataca con las cosquillas que tanto le gusta hacerte. Suena raro decir que te despiertas soñando. Soñando con no parpadear para no perderte ni un segundo su sonrisa. Porque la verdad, es que ni yo sé de lo que seria capaz por esa sonrisa.