a un lugar donde no soplaba el viento,
donde llevabamos por bandera los nervios a flor de piel,
donde nos escondíamos entre sábanas,
sin ropa que sudar,
y sin botones que estorbasen.
Ya sabes,
zarpamos.
Desamarramos el ancla,
con cero tripulantes en el navío,
y trepamos hacia el abismo.
Nunca nadie nos encontró,
pero gracias a la luna,
-yo si te encontré a tí-