Será su
forma de mirarme, o la forma en que su pecho vibra cuando habla mientras le
acaricio. Será que cuando me pregunto qué le podría escribir, pienso en
demasiadas cosas que no se palpan en papel. Que eso de que tiene el tipo de
ojos que merecen ser conscientes de lo bonitos que son ha dado paso a lágrimas
de alegría. Que para mí, las parejas se miden por la semejanza de sus hipos. Me
vuelves loco niña.
Que razones
tengo, y a montones, para dejaros con la boca abierta, meteros una ‘crom mesié’
entre pecho y espalda y que gritéis… “joder, si que se parecen vuestros hipos”.
Y es que, a locuras, y a besos, no nos gana nadie. Los ascensores se nos quedan
bajos, las camas cortas, y los días efímeros, cuando estamos juntos.
Que ni
siquiera mil trucos de magia equivalen a su voz de recién despertada, cuando te
mira con los ojos medio cerrados y te dice todo, simplemente murmurando, todo
lo que necesitas oír. Y mientras dormías aprovechaba para beberte, eres la
mejor borrachera de mi vida, amor. Amar-te.
Me vuelves
loco.